Sé que hay otra Patria, celestial,
de eterno gozo y paz.
Incontables son sus ángeles,
sublime es su Rey.
Solo entrarán en ella
los de puro corazón,
los que pacificadores son
y sirven por amor.
Oh, Señor, que al vivir aquí
te honre sin cesar;
y que pronto pueda ingresar
en tu hogar feliz.